viernes, 30 de agosto de 2013

Game of Thrones

Las series de HBO a menudo se salen de las maneras tradicionales de hacer televisión. Aunque no siempre
con los mejores resultados, la mayoría de las veces encuentran la manera de innovar con cada historia que cuentan y establecen un modelo a seguir que no todas las cadenas de televisión logran imitar.
Hablo del modelo de capítulos de un libro llevado a la pantalla que puede aburrir con sus episodios iniciales. Este fue el caso que enfrenté al ver la tan famosa adaptación de la saga Game of Thrones.
¿Qué fue lo que hizo tan esperado el programa cuando estrenó en el 2011? ¿Serían los fanáticos de los libros que querían ver los sucesos en pantalla o la necesidad de tener alguna historia medieval “épica” que reemplazara, por ejemplo, a El Señor de los Anillos? Cualquiera que fuese la razón, no me interesaba. No le veía nada de “épico”.
Fue entonces que, antes de finalizar su tercer año al aire, un evento inesperado y trágico en el programa sacudió las redes sociales, lo que logró despertar mi curiosidad. Quería saber qué era tanto alboroto. Resultó ser una cruel muerte de varios personajes que parecían parte de la línea principal de narración. Llegué a ver la secuencia y eso terminó de convencerme de ver el resto de la serie.
Al principio me costó no dormirme. Con episodios tan largos y con diálogos poco llamativos en un mundo que tampoco me llamaba la atención, tenía que hacer un esfuerzo que no había hecho al ver una serie. 
Fue al terminar el episodio seis (a duras penas) que me di cuenta del interés que fui tomando por los personajes; conforme avanzaba, cada vez me metía más en ese fantástico mundo que era, ante todo, sobre conflictos humanos. Los aspectos sobrenaturales (dragones, zombies de nieve) son solamente el agregado que brinda emoción para la trama basada, casi completamente, en luchas de poder y actitudes con las cuales podemos identificarnos muchas veces. Las etapas de crecimiento por las que pasan los personajes logran aferrar al espectador y que se involucre e interese en lo que les sucederá, a veces con unos más que con otros. En mi caso, fueron los femeninos que encontré más interesantes, pues en una sociedad meramente patriarcal, las mujeres que aparecen tienen un carácter fuerte y decidido, presentan más profundidad que la mayoría de los hombres. De una que quiere llegar a su puesto como reina muestra una impresionante confianza en sí misma junto a una tierna sororidad, a una madre que busca reunirse con sus hijos que a la vez mantiene una firmeza y razonamiento inigualables, hasta una pequeña de unos 10 años más astuta y valiente que muchos de los que la rodean. 
A una mención de excelentes actuaciones por parte de todo el elenco, se puede agregar otra de manejo técnico extraordinario: la fina firma de cada director cuando toma el mando de cada episodio manteniendo la atmósfera establecida; asombra la calidad del vestuario sobre todo cada vez que aparecen nuevos personajes; la música de Ramin Djawadi acompaña muy bien la narración con una emocionante secuencia inicial como señal que nos prepara para entrar al mundo de Westeros.   
Entiendo que las muertes inesperadas hacen a un episodio más impactante por el elemento sorpresa, pero que existe una cantidad de diálogos bien escritos y acordes con cada personaje a través de los demás, también. Eso merece la atención de los que buscan, en este tipo de entretenimiento, algo más que una serie de mera fantasía con mucha acción, detalle que, por suerte, es prácticamente escaso (siendo el presupuesto la razón principal).
Al final, mi resistencia pasó a ser admiración y emoción por cada episodio que pasaba, a pesar de deslices por aquí, por allá y siendo la segunda temporada la mejor de las tres, Game of Thrones logró atraer, contra todo pronóstico, un espectador más. 
El libro apenas comienza y estoy seguro de que nos espera lo mejor.

Valar Morghulis!