lunes, 24 de febrero de 2014

Mom

Es difícil encontrar una comedia con "audiencia en vivo" que valga la pena. Las cadenas de televisión dan luz verde a proyectos que sean baratos, ligeros y que atraigan audiencias grandes que buscan reír de chistes malos por una media hora sin ganar o perder nada. Entretenimiento light.
El caso de Mom no es diferente. De la mano de Chuck Lorre (The Big Bang Theory, Two and a Half Men, Mike & Molly) no se puede esperar otra cosa que no se salga del modelo que ya ha tenido éxito sin mucho riesgo. Pero conforme la temporada ha transcurrido, algo logra que los episodios de la serie sean fáciles de ver y, para mi sorpresa, de disfrutar.
Claro que tiene sus problemas de chistes innecesarios por minuto y la cantidad de personajes secundarios, introducidos desde su inicio, que no mantienen la constante solidez de historias que logran los escritores para las dos protagonistas, Anna Faris y Allison Janney.
La química que han logrado estas dos actrices con sus personajes es digno de ser visto. Mientras que Janney mostró una transformación inigualable de personaje desde su primera aparición, a Faris le costó un poco más, pero conforme va evolucionando su personaje en el papel, logra que evolucione en pantalla, más centrada y cómoda con su personaje en los aspectos tanto de comedia como de drama.
Porque esa es una parte importante de lo que la hace una serie recomendable: sus momentos dramáticos. Bonnie y Christy son alcohólicas anónimas en recuperación que deben lidiar con las consecuencias de sus acciones pasadas; en el caso de las dos: el haber quedado embarazadas muy jóvenes y no estar presentes en la vida y crecimiento de sus hijos. Aquí, Bonnie (Janney) es madre de Christy (Faris); y la hija de Christy, Violet, sigue los pasos de su madre y abuela al quedar embarazada a los diecisiete años.  Siempre de manera cómica, claro; pero, al ser un tema que puede ser delicado en cualquier otra situación, cuando los momentos de seriedad salen a la luz, Janney y Faris logran un excelente balance entre el diálogo sin chistes de las repercusiones que han tendido y deben enfrentar y la broma que cerrará al final de la escena. El espacio de crecimiento en este argumento es enorme y Mom ha logrado sobresalir lo suficiente en ese aspecto particular para merecer un espacio de recomendación en este blog. 
No es una maravilla televisiva y tampoco deja de ser una serie con fallas constantes que, de vez en cuando, se nota el esfuerzo de los escritores al intentar arreglarlas, pero ver la relación madre-hija que interpretan tan bien Janney y Faris es razón suficiente para ver media hora de un programa más light que, sin duda, puede crecer y llegar a ser una excelente comedia.

miércoles, 5 de febrero de 2014

House of Cards

Para escribir esta reseña tuve que recordar varios detalles y ver un par de escenas del drama original de Netflix y así poder plantear mejor cada punto que quería tocar. Mi sorpresa fue revivir el enojo que tuve cuando la vi por primera vez, y tuve que preguntarme por qué me daba esa emoción tan desagradable con una simple serie que supone entretener, nada más. Lo interesante es que la misma no estaba muy clara de lo que quería ser. Mientras que los primeros dos episodios (dirigidos por David Fincher y, por lo tanto, los mejores) plantearon una serie de sucesos que nos llevarían dentro de lo que son las manipulaciones políticas de un hombre con mucho poder que hará todo lo que esté en sus manos para conseguir lo que quiere, eso con una dosis de historias alrededor del periodismo político para darle más jugo al asunto; el resto de la temporada resultó una colección de historias tratadas de la manera más aburrida posible.
El tono que le dio Fincher al programa sirvió: la música de Jeff Beal era muy buena, la coloración y cinematografía aportaron un ambiente frío y cínico y las actuaciones resultaron de buen tamaño. Como una película de trece horas. Pero la trama no logró sostenerse más allá de esos dos episodios iniciales. De pronto estábamos ante la venganza de un resentido Frank Underwood (Kevin Spacey) que no consiguió el puesto de Secretario de Estado, mientras los demás personajes servían como parte del engranaje que era hacer quedar mal al presidente, o conseguir un mejor puesto en la vicepresidencia, o quién sabe qué. Esto se fue haciendo solamente complicado y con personajes que servían el propósito de mover la trama sin crear una gota de empatía, cero dimensiones humanas o riesgos emocionales. Cada giro narrativo que tomaba la serie era para tener un desenlace sin peso alguno y volver al aburrido status quo. Al final de la temporada no sabía si reír o llorar con la cantidad de mi tiempo utilizado en un programa que ni siquiera fue digno de darnos un clímax aceptable. Podría ser que forme parte de un todo junto con la segunda temporada, pero ¿cuál fue el propósito de la primera, entonces?
El problema más grande es la manera en que Netflix nos presenta sus series: el modelo de tener la temporada completa disponible para consumir como el público desee es, en mi opinión, un error grave. Dejar al espectador con ganas es una de las maneras más básicas de crear televisión; un episodio por semana brinda la oportunidad de explorar, poco a poco, los personajes e historias que se quieren contar. Se trata de un crecimiento y mejoramiento de personas ficticias con las cuales queremos pasar una hora semanal. Cuando se ve una serie tan rápido (muchos episodios, o toda la temporada, en un fin de semana, por ejemplo) puede perderse esa forma tan interesante de la televisión como lo es el episodio. Con House of Cards, además de no tener una narración muy ágil, el hecho de tragarse todo tan rápido, no da paso a disfrutar y observar los detalles que se puedan encontrar en cincuenta minutos de historia. Si resulta que los siguientes trece episodios (disponibles todos el 14 de febrero) logran darle un cierre a la trama de mejor manera, ¿para qué llamarlas primera y segunda temporada? ¿Por qué pretender ser serie si el director y los actores son todos conocidos del cine? Otro tema importante de cual podría hablar un buen rato, pero ya se hizo muy larga esta reseña.
El proyecto tuvo éxito, sin duda, pero que fuera de buena calidad es otra cosa.  Y no deja de ser injusto que haya tomado el campo en tantas nominaciones de premios que otras series merecían más que esta. Las cadenas de televisión deben cuidarse la espalda ahora que Netflix entró al juego sin temor de aplastar a nadie.

Volveré para contarles qué sucedió cuando termine de ver los nuevos episodios, para lo cual me tomaré el tiempo que necesite, uno por semana no suena nada mal.