domingo, 27 de julio de 2014

La Cualquiera


Para decir la verdad, no esperaba mucho de La Cualquiera, pero sí quería, al menos, ser sorprendido, por lo menos un poco. 
Anunciada como la "primera miniserie cien por ciento costarricense" y constantemente promocionada, por parte de su creadora y actores en varias entrevistas, como una representación de hechos reales que llevarían a la reflexión, sin mostrar nada que no fuera necesario, La Cualquiera tenía las mejores intenciones, pero el resultado no tiene ni pies, ni cabeza.
Comenzando por un nombre horrible que no refleja en su totalidad lo que fue la serie, hasta un montaje (edición) chabacano y a la rápida, como si se les hubiera agotado el tiempo o les dio pereza y quedó totalmente descuidado, especialmente en el episodio final.
Luego de un muy mal piloto, un poco de esperanza apareció en los primeros veinte minutos del segundo episodio, cuando comenzó a tomar forma la historia de lo que parecía el personaje central, Aylin, y la manera de abordar los demás como secundarios para darles su debido protagonismo en el futuro. Todo se desmoronó cuando la mezcolanza de escenas y diálogos sin una línea narrativa clara pasaban por la pantalla, con las voces de los actores evidentemente –y muy mal– pospuestas y con música estorbosa, hasta cursi, que giraban alrededor de situaciones sin mucha coherencia interna.
Si bien casi se logra un ápice de empatía con Aylin, la chica no resulta muy relevante pasado el episodio dos, ni siquiera en el momento de su muerte; los demás no sabían que debían ser protagonistas de un programe de tele. Esto además de una pésima caracterización de personajes, llena de estereotipos que ni siquiera tuvieron tiempo de desenvolverse; la trama debía avanzar rápido y sin interés de conocer a las personas que sufrían en pantalla. Lo que llevó al episodio final, un desastre narrativo apresurado e imposible de entender por sus cortes abruptos y hasta ausencia de lo que parecían escenas importantes o de peso dramático que llevaran a un desenlace satisfactorio. A brincos y saltos termina la cosa, sin darse cuenta que había comenzado.

Está claro que una temática general es importante para delimitar una historia: qué se quiere contar y transmitir; pero cualquiera que ha visto una serie sabe que se debe contar algo que tenga sentido por sí solo en entregas de unos cuarenta minutos (o veinte). Al ser idea para una película, la creadora no está pensando en una serie, sino que partió en cuatro un filme largo, utilizando la lógica de una producción bastante diferente a lo que es la televisión en serie.
Entonces me encuentro que la directora de la casa productora (quien financió el proyecto) dice, en una entrevista, que «13 episodios era muchísimo» y que a la gente «la tiene que dejar con ganas, no la tiene que saturar»; ella no tiene claro el concepto de serie, o miniserie en todo caso, al decir esto. Trece es el número mínimo al armar una temporada de televisión (aunque ahora diez u ocho también es común), cantidad que habría resultado apropiada con tanta historia que se quiso abarcar. Pero al ser miniserie, ni siquiera hay necesidad de dejar con ganas a nadie pues el programa tendrá inicio, desarrollo y final, no es algo que continuará. ¡¿Y cuántas temporadas o series ve la gente estos días?! No existe la saturación en cuanto a televisión.
Entiendo que el asunto del presupuesto fue, sin duda, el factor que impedía alargar el proyecto, pero otras producciones nacionales, que se transmiten por internet, logran, como mínimo (pues tienen sus fallas), crear un episodio con su historia individual, a la vez que llevan una continuidad orgánica con sus personajes: Dele Viaje y La Vuelta tienen, les aseguro que con muchísimo menos dinero, más pinta de serie que La Cualquiera.
Al final, el error es creativo. Ni la misma guionista supo estructurar cada episodio con eficiencia como un todo o como piezas individuales de televisión. El potencial estaba ahí, pero en cualquier aspecto que quiso sobresalir, no logró dar la talla (si es que había una para empezar).

jueves, 24 de julio de 2014

The Leftovers

Tres veces me he sentado a escribir sobre esta nueva serie de HBO sin lograr una reseña que me satisfaga, le haga justicia o que abarque su inmensa calidad. Con The Leftovers ("Las sobras", genial título), de la mano de uno de los creadores de Lost, Damon Lindelof, y del escritor de la novela original, Tom Perrotta, basta con decir que es excelente televisión en su punto más crudo y humano y que cualquiera que disfruta de historias meramente de personajes no debe perderse esta producción que, por un lado, puede ser de lo mejor del año o fallar catastróficamente en el intento; pista: hasta el momento, es la primera. Les dejo algo corto que fue lo  que logré escribir con más sentido.

¿Qué pasa cuando perdemos a algún familiar o a alguien cercano? ¿A dónde van? ¿Qué hay más allá de este mundo en el que vivimos? Cada vez que perdemos a alguien debemos pasar por un proceso de tristeza y dolor que puede desmoronar un núcleo familiar de las maneras más inesperadas posibles.
The Leftovers lleva a sus personajes a plantearse estas preguntas luego de que el 2% de la población del mundo desaparece misteriosamente sin saber qué causó este abrupto rapto o el porqué. 
Es dentro de esa realidad propia de la serie que se estructura un aire de misterio y duda constante; mientras unos continúan su vida con el sufrimiento latente, otros han formado una especie de culto, siempre vestidos de blanco, que pretende olvidar a cualquier ser querido que se haya tenido, esto sin pronunciar una sola palabra. Este es el elemento narrativo más interesante y la manera de expresarse sin decir nada da paso a interesantes actuaciones de parte de dos actrices principales.   
La tristeza, enojo, desolación y confusión de todos, absolutamente todos los demás personajes lleva la serie a niveles emocionales que demuestran cada escape particular en cada persona al enfrentarse a esas preguntas que vienen con la vida, pero, ante todo, el estar en constante incertidumbre.  
Un pequeño problema es el estereotipo de un par de esos personajes que, esperemos, evolucionen conforme avanza la serie (de diez episodios este año).
Llena de metáforas y más preguntas que respuestas, The Leftovers no promete otra cosa que un crecimiento no de trama, sino de personas, y representar ese que es uno de los temores más grandes que tienen los seres humanos: al final del día, estamos solos en el mundo.

Domingos 10 p.m. en HBO, repite jueves 8 p.m.