viernes, 26 de septiembre de 2014

The Knick


Es interesante cuando una figura reconocida del cine entra a hacer televisión. ¿Qué busca o ve diferente que le haga alejarse de la industria? Es una pregunta frecuente en casos específicos de actores o actrices famosas que deciden comprometerse con una serie de televisión, la cual, en muchos casos, es más demandante que filmar una película. Podría ser porque el "prestigio" de la tele ha ido creciendo cada vez más, o simplemente es la salida que deben tomar en la industria que olvida fácil, busca juventud y rechaza rostros avejentados.
Sea cual sea la teoría, ese tema no lo tocaremos aquí; pero viene al caso con la serie original del canal Cinemax, The Knick, que tiene al frente, justamente, dos nombres conocidos por aparecer en pantalla grande: Clive Owen frente a la cámara y Steven Soderbergh detrás de ella.
The Knick sigue al doctor John W. Thackery (Owen) y el resto del equipo en el Hospital Knickerbocker, en el año 1900, a través de las dificultades de realizar cirugías en esa época para evitar las altas tasas de mortalidad.
Cada una de esas cirugías es magistralmente dirigida por el cuidadoso lente de Soderbergh; él logra hacer que una secuencia de estas sea emocionante, grotesca y preocupante al mismo tiempo. Aquí, los materiales de trabajo son escasos y las limitaciones de los doctores las muestra con encuadre bien puestos de los actores que representan la angustia del momento, pero la firmeza e impavidez que deben mantener.
Ese freno de “tecnología” de la época, aunque lo entiende, la serie no lo quiere, la imagen es limpia y rápida; entiende la limitación, pero se desquita con su alta definición en un mundo que apenas comienza a conocer la luz del bombillo.
Es entonces que llega, de manera inesperada, la música de Cliff Martínez y termina de modernizar la cosa. Con una instrumentación electrónica y futurista, Martínez logra hipnotizar cada escena –que son pocas– donde aparece su composición. El salto está hecho: estamos viendo una serie que nos deja ver situaciones de un siglo atrás, pero claramente con ojos que conocen el “avance” existente hoy en día en la medicina. No podemos hacer nada para ayudar a estos doctores y la cantidad de pacientes que mueren en sus manos.
La trama básica se llena de otros aspectos que son más convencionales, pero siempre con el ojo de contextualizarlos de manera que se tenga un entendimiento propio de la época (el tema del racismo, por ejemplo).

The Knick termina creando una atmósfera que te invita y atrapa a formar parte de ese mundo viejo-nuevo que funciona con sus tonalidades de colores y de acción (porque cada cirugía logra una tensión propia de una buena secuencia de acción) a pesar de sus salidas fáciles y deslices narrativos; por ahí está su talón de Aquiles: la construcción de personajes llega a ser floja y, a ratos, superficial.
Tal vez sea por pasión que Soderbergh decidió dirigir los diez episodios de la primera temporada, o porque resultó un nuevo reto para el director; que podría perder fuerza conforme avanza porque no sabemos si volverá para dirigir durante la confirmada segunda temporada. Al final no importa porque la serie misma no está nada mal.
Eso sí, hay que recordar que la genialidad en imágenes no es nueva en televisión (acuérdense de Hannibal y sus juegos con el color, o de Breaking Bad y su estilizada cinematografía), lástima que deba venir ligado de nombres de la industria de cine para que sea más reconocido o –peor– visto como gran innovación. Aunque eso a The Knick no le quita sus méritos propios.