De todos los programas que ve la gente y de todas las discusiones que eventualmente se dan de tele, la más común y frecuente podría ser la competencia de canto más vista de la televisión los últimos diez años. Importado del programa británico Pop Idol, la versión "americana" se ha convertido, año tras año, en un fenómeno que encanta a todos y a todas de una manera curiosa.
El primer enganche son las audiciones que aportan el elemento cómico, que se ve en los que llegan a hacer el ridículo, y de sorpresa, en los que muestran una voz nueva y fresca que da gusto escuchar y, con suerte, volver a ver en los conciertos. Muchos dejan de ver luego de esta etapa, pero si de pronto surge alguien singular que llame la atención se querrá ver si su recorrido logra alargarse durante los siguientes episodios.
Cuando llegamos a la etapa de conciertos el público es el verdadero juez y al estar tanto tiempo al aire el desinterés comienza a notarse más, sobretodo en el premio final que lo ha ganado un hombre los últimos cuatro años, una muy desacertada decisión los últimos dos.
La popularidad supera al talento o a lo que podría resultar una mejor voz a futuro.
Pero esto no le quita que, semana a semana, sea una hora de entretenimiento que recae en la calidad las canciones de los concursantes: si se utiliza una canción conocida y logran cantarla bien o novedosamente nos agrada, si nunca la habíamos escuchado pero la interpretación es buena y hay agilidad en el escenario mientras se canta también agradará. De eso depende un buen espectáculo casi completamente, pues una parte viene de la espontaneidad, esto resultaba divertidísimo cuando Simon Cowell comentaba de la manera más tajante fuera para bien o para mal, ahora es tan monótono escuchar las mismas frases cursis y cero visión de parte de los jueces que esa parte espontánea ha decaído.
No olvidemos que existe la terrible hora de resultados, que mantiene un nivel de tensión importante en el público para luego llegar a liberarse cuando se sabe quien sale de la competencia, pero para esto debemos soportar otro montón de cantantes de afuera, a veces se disfruta pero es muy innecesario. El año que cambiaron la media hora de resultados a una no lo podía creer.

Funciona semana a semana y las personas lo ven más que los programas con guión.
Top Chef es mi favorita, y este año The Voice le está ganando a American Idol en audiencia, un otro de canto donde las audiciones son a ciegas, es decir, los jueces no ven al participante y deben juzgar sólo por la voz. Un mecanismo muy entretenido al principio pero decae en los conciertos pues es más de lo mismo más de lo mismo más de lo mismo. Por ahí apareció y desapareció la tonta Latin American Idol.
La lista es interminable.
Eso sí, no hay que olvidar que uno de los originales allá en Gran Bretaña nos introdujo a la magnífica Susan Boyle que es digna de ver y escuchar una y otra vez.