sábado, 18 de mayo de 2013

Los altos y bajos de construir una temporada de televisión (1)

Cada vez que me adentro más en el mundo de la televisión escrita me doy cuenta lo difícil que es
planear, escribir, filmar, editar y publicitar una serie contra lo fácil que resulta criticar y desestimar con un simple texto o comentario. Si existe un consenso entre varios críticos sobre cierta serie nueva y su mala calidad, es suficiente para que muy poca gente la vea, haciendo peligrar su futuro u oportunidad de crecer. (Aunque, claro está que el público manda a la hora de mantener vivo un programa: un buen número de televidentes significa que los anunciantes invertirán dinero para esa hora por lo tanto, la serie puede seguir al aire.)
Ahora bien, ¿Qué hace que una serie sea buena, mala o de mayor o menor calidad? Mientras que este interesantísimo artículo rescata que el mejor aspecto creativo de la tele –frente a las películas– es su extensión de tiempo (desarrollar personajes e historias mejor por tener mayor cantidad de tiempo en la pantalla), resulta, también, su más grande desventaja.
Un ejemplo muy evidente es la reciente serie Revenge que atrapó a mucha gente durante su primera temporada, pero sufrió a los pocos episodios de la segunda por tener que escribir "episodios de relleno", se notó un exceso de ideas que los escritores tuvieron que utilizar a la carrera, plantear varios problemas y dejarlos botados para retomar la idea original detrás del concepto original del programa.
Para series que no llevan una continuidad semana a semana (todas las series policíacas), resulta fácil delegar a un grupo grande de escritores varios episodios que serán piezas independientes de programación. Gran parte del tiempo, los acontecimientos de una semana no afectan a la anterior o la siguiente. Pero para aquellas que sí llevan esa continuidad y a la vez deben encontrar una historia semanal resulta un mayor desafío. Por eso sería más recomendable tener una cantidad menor de episodios al año. Así, se hace un planeamiento más cuidadoso de qué debe suceder en cada episodio y en qué momento, sin alargar con argumentos innecesarios y, eventualmente, aburridos cuidando no perder televidentes.
La idea de acortar las temporadas de las series de los canales "de aire" (networks) en EE.UU apenas comienza a surgir; antes, el número estándar era de veintidós o veinticuatro episodios inéditos transmitidos desde finales de septiembre hasta finales de mayo, mientras que para los canales pagados (cable), al no tener comerciales y un poco más de libertad creativa (imágenes, lenguaje, temática) se ordenan doce o trece episodios y es planeado ese arco narrativo que se origina de una visión específica, de una persona que quiere contar su historia. Por eso es que casi todos los programas que ganan premios son las que aparecen en canales pagados (HBO, Showtime, AMC).
No digo que el modelo tradicional no haya funcionado y sido exitoso, todavía puede serlo (los dos mejores -y casi únicos- ejemplos son The Good Wife y Elementary). ¡Pero la gente no tiene tiempo! Escogen con más cuidado qué ver cada semana y debe existir una muy buena razón para ver nueva programación, ahora que las más viejas comienzan a agotar ideas y prefieren terminar antes de caer en desgracia.
Para la nueva temporada de series en septiembre, mientras la gente prefiere ver sus programas preferidos por computadora, los ratings en colosal decadencia y con Netflix comenzando a mercadearse con programación original, las cadenas de televisión –"de aire"– deben ajustarse el cinturón, no solo de manera económica, sino de manera creativa: la cantidad de episodios que pueden producir para nuevas series no llegará nunca a veintidós al año, esto porque los creadores quieren imitar el modelo de los canales pagados y contar historias con un mejor enfoque.
Todavía no desaparecerá el modelo original, menos cuando las series más vistas (NCIS, The Big Bang Theory) lo manejan tan bien, pero cada vez está más cerca el momento en que la televisión con guión sufra una caída –y por ende cambio– más grande y más abrupta de la decaída paulatina que se ha evidenciado conforme avanzan los años y, con ellos, la cantidad de opciones para ver series sin cortes comerciales.

viernes, 10 de mayo de 2013

Scandal

Desde que apareció Revenge, la cadena que la transmite encontró un lugar inesperado pero bien recibido de popularidad y base fanática importante con presencia fuerte femenina; es por eso que decidió darle chance a una tercera serie de la misma creadora que originó las muy conocidas Grey´s Anatomy y Private Practice, Shonda Rhimes. Esta es una aproximación a la política de Estados Unidos desde el punto de vista de "control de escándalos" (de ahí el nombre del programa: Scandal) de las "tortas" de los políticos y la gente poderosa o con mucho dinero. Olivia Pope, junto con su equipo de "gladiadores", se encargan de la interesante tarea de esconder y alejar de la prensa todo detalle que pueda perjudicar a la persona pública en cuestión y así se mantiene la reputación que tenía.
Pero la cosa no ternina ahí. Aunque la serie se presta para historias semanales, generalmente muy bien construidas, en su corta primera temporada resultó una manera realmente entretenida de ver estos casos de maniobras y manipulaciones políticas que parece nunca tienen fin.
Una relación trágica tipo Romeo y Julieta con Olivia Pope y el presidente, Fitzgerald Grant, como principal conflicto amoroso que sería llevado de la manera más dramática posible, pero Shonda Rhimes sabe lo que quiere mostrar y sabe atrapar a su audiencia, por lo que resulta ser un sobre dramatismo bien manejado y un "viene y va" que se mantiene fresco y deja a los televidentes queriendo más.
Muy cerca de esa relación -y por ende con el riesgo más alto- está el complot político entre cinco personajes que llevó al presidente Fitz a su puesto; Olivia, el jefe de personal de la Casa Blanca, Cyrus, la primera dama, Mellie, una jueza de la corte suprema y otro político sin escrúpulos se ponen de acuerdo para infiltrarse y manipular una de las máquinas de votación para no perder la elección del presidente. Lo curioso es que todo este complot es contado mientras Fitz ya ejerce el puesto. Mientras se nos cuenta este argumento mediante flash-backs en varios episodios, la línea narrativa principal serán las repercusiones de la decisión ya tomada y cómo reaccionan los personajes cuando aparece la amenaza de que tal secreto salga a la luz -porque ni siquiera el presidente mismo lo sabe. Así es como se nos involucra con las emociones humanas y distintos giros en la trama (demasiados como para contarlos en una pequeña reseña) que dejan sin aliento con cada episodio que pasa.
No hay una actuación que destaque mucho, pero cada actor y actriz logra encarnar e involucrarse con su personaje lo suficiente para lograr la dosis de empatía necesaria. 
Los diálogos son de un ritmo tan acelerado que si existe distracción alguna se puede perder cualquier revelación importante que sea mencionada, sello propio del programa.
Shonda Rhimes decidió utilizar trece episodios para el arco narrativo del complot de la elección, luego, con nueve restantes, saltó seis meses en el tiempo para refrescar y ocuparse de nuevas historias (decisión inteligente para cualquier serie que debe planear 22 episodios), eso sí, con los acontecimientos pasados siempre latentes a ser mencionados o listos para volver y traer aún más problemas.
Entre tanta complicación parece que no convida mucho a ser vista, pero estos personajes son gente tan cínica y horrible que lo hace genial y vale la pena darle una oportunidad. 

Scandal estrena episodio todos los miércoles a las 9 p.m. por Sony.