Estamos en una época donde la conversación es parte de todo
el fenómeno del cine y la televisión. Las reacciones se vuelven simultáneas, los
análisis en redes sociales se van desarrollando con el tiempo y las
recomendaciones entre amigos crecen y hacen a las series más populares. Pero,
¿qué pasa si una serie no es tan comentada? ¿Acaso pierde validez? ¿Es,
entonces, no tan buena porque no aparece en el catálogo de Netflix, al alcance
de casi todo el mundo?
Se ha vuelto señal de popularidad para las series, pero el
indicador de redes sociales solo expresa la intensidad con que los seguidores
ven o disfrutan cada programa. Al final, serán los ratings los que definan la
supervivencia de una serie, esa mayor cantidad de personas que se toman el
tiempo de sentarse frente al televisor a disfrutar a un horario específico.
Todavía sucede, créanlo o no.
Entonces, podemos hablar de una serie que fue fenómeno
durante sus primeras dos temporadas (o sea, muy debatida en redes sociales) y ahora
pasa desapercibida por esas conversaciones que toman lugar en el internet. Por
suerte, la gente continua viéndola y eso le ayudó a llegar a su actual quinto
año: Girls (HBO).
Entre tanto evento televisivo los últimos años, la falta de
atención no le ha quitado sus fortalezas y debilidades a la curiosa creación de
Lena Dunham. La series siempre tuvo
cosas para rescatar, motivos puestos en duda, personajes detestables, pero,
ante todo, una seguridad de lo que se quería contar en cada temporada que salía
al aire. No existen pretensiones fuera de lugar con Girls, solo las
disparatadas historias de las cuatro chicas protagonistas, donde lo más difícil
que deben enfrentar es la vida.
Pero Girls nunca dejó de ser buena. Se volvió adulta,
maduró y logró hacerlo indiscutible conforme
recorría las distintas facetas del desarrollo y evolución de sus
personajes. Las personalidades iniciales están ahí, pero con el crecimiento
importante que puede caracterizarse en una quinta temporada y las vueltas que
deben surgir para una serie que debe buscar refrescarse para no resultar
repetitiva. Que vale recalcar: la serie no es, en ningún momento, repetitiva.
No hay duda de su identidad, fortalezas y contradicciones
internas que la hacen tan interesante, pero ya no es esa serie que despertó
conflictos entre usuarios “en línea” o las personas que la conocieron desde el
principio. Ahora, Girls se permite estudiar cada momento que pasa con mayor
detenimiento y confianza. Los guiones de Dunham hacen que las voces de sus
personajes sean parte de un mundo en movimiento, imparable alrededor de ellas.
Cada momento es una escena bien puesta, editada y analizada para lograr el
ritmo que vemos en pantalla con resultados más efectivos y atinados. Sin
olvidar la selección de canciones para los créditos, que cada vez calza mejor
con el tono de la serie.
Al estar un poco más divididas, ahora Shoshanna (¡genial!) toma decisiones alocadas que llevan a sus
respectivas consecuencias con las que tiene que vivir ¡en Japón!; Jessa se ve en la difícil situación de
escoger lo que la hace feliz y sus deseos de superarse a sí misma; Hannah discute, consigo misma, los
problemas de sus padres y la estabilidad que logró de repente que la confunde
en su camino hacia la verdadera felicidad; y Marnie, entre fallidas experiencias por todo lado, vive una de las
experiencias más increíbles de su vida que le ayuda a abrir sus ojos ante el
inmenso mundo y el descubrimiento de ella misma.
Así, con fecha definida para su final, al término de su
séptima temporada, Girls es la
prueba viviente de que la constancia y seguridad en los personajes e historias
que se quieren contar son suficientes para mantener la calidad y sencillez de
una serie que parece pequeña, pero será recordada como uno de los ejemplos más
interesantes y apropiados para la televisión que se transmite en esta época de
tanta volatilidad en opiniones, sorpresas y spoilers (que, por suerte, no son
tan relevantes aquí).