Entre tanta emoción, espectáculo, tensión y discusión
durante la semana sobre cierta serie, también de HBO, no todos pusieron atención, el domingo pasado a los otros dos
finales de temporada del canal: Veep
y Silicon Valley. De manera
desapercibida, la primera, que resulta ser una las mejores comedias al aire,
terminó su quinta temporada, que no parece tener freno cuando se trata de
mejorar su calidad año tras año. Con una visión más simple y cerrada de tiempo,
Veep triunfa como nunca en el
balance perfecto de humor, historia y con las mejores frases citables en cada
episodio.
Parecería cansado alabar el ingenio y reinvención que ha
tenido la serie conforme avanzaba. Pero incluso con la salida de su creador, Armando Iannucci, y el nombramiento de
un nuevo showrunner (el jefe
creativo), David Mandel (salido de Curb Your Enthusiasm) el nivel de
madurez y genialidad que alcanzó en cada episodio no se puede ignorar en esta
reseña. Resulta una prueba clara de que es posible mantener el espíritu
original de un programa, si se le brinda el balance adecuado entre las nuevas
ideas y las fortalezas que ya habían probado ser exitosas en años anteriores
(en especial, los actores).
Luego de un intento fallido de ganar la elección y ser
nombrada presidenta, Selina Meyer se
ve en la tarea de ganar los votos, pero ahora del Senado, que debe desempatar
la contienda, solo para ser desilusionada una vez más. Así, con apenas unas
semanas de tiempo para representar en los diez episodios de la temporada, Veep
se adentra en la desesperación de su personaje principal y le da más
profundidad que nunca. Cada aspecto de la personalidad de Selina se ve expuesto
en las situaciones que debe enfrentar, ya sea por la inesperada muerte de su
madre en Mee-Maw, o la insistencia de su hija, que logra filmar un
documental sobre la vida de ella y de su madre mientras espera los resultados
del Senado en Kissing Your Sister; coincidentemente, esos los dos mejores —y
más hilarantes— de la temporada.
Entre tanto, el ensamble de actores, además de crecer (para
bien), este año obtuvo la atención adecuada y necesaria para sentir la empatía
o el odio que cada uno podría merecer. Los arcos narrativos de cada personaje
quedaron detallados entre el alboroto que es la figura principal, sin dejar de
lado que cada uno es humano con aspiraciones propias, incluida Catherine, quien quedó mejor
desarrollada que nunca. Entonces, se abre paso a las distintas personalidades,
ya perfectamente conocidas y encarnadas por cada uno de los actores, y se les
agregan capas y desarrollo propio para enriquecer el elenco y volver a la serie
más una comedia de oficina que solamente la historia de la vicepresidenta
fallida. Excelente.
Al haber tenido ya varios años al aire, los detalles de
continuación hacen que las temáticas se vuelven más interesantes. Cada quien
lucha por mantener su trabajo, incluso la protagonista, que tiene el más grande
de todos y el más fácil de perder. Lo que lleva a un final inesperado,
desconsolador y atrevido, pero no por eso menos gracioso y siempre satírico,
así como la serie sabe hacerlo mejor.
Entonces, el optimismo y confianza, luego de haber ganado el
Emmy a mejor comedia el año pasado (rompiendo
¡al fin! con la molesta racha ganadora de Modern
Family), no les quita el esfuerzo en traer historias semanales que
satiricen los juegos y estrategias políticas de la realidad en tan ingeniosa
serie de media hora. Y no se extrañen si en la premiación de este año se lleve,
de nuevo, varias victorias que, sin duda alguna, luego de una temporada que
nunca falla, se las tiene más que merecidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Discusiones Interesantes