viernes, 24 de abril de 2015

The Americans: temporada tres




El crecimiento de una persona se define por sus experiencias, internas y externas. Se llega a la madurez conforme los acontecimientos de la vida chocan, golpean, sorprenden o emocionan, para bien o para mal. Pero nunca dejamos de crecer o madurar. La vida es un constante aprendizaje; nadie sabrá todo nunca, nadie será perfecto en todo lo que haga. Ah, pero sí se puede llegar a ser excelente en lo que se quiera y se decida hacer.
El caso de la televisión es igual: no hay un método o fórmula para crear el programa perfecto, no existe un programa perfecto. Pero se puede llegar a ser excelente en contar una historia específica.
The Americans surge como un drama de matrimonio, camuflado con uno de espías y la delgada línea que puede hacer quebrar cualquiera de los dos. Durante su segundo año evolucionó a un drama familiar, donde los problemas de “trabajo” de los padres pueden llegar a afectar a los hijos directa e indirectamente porque los riesgos son cada vez mayores. Entra a su tercera temporada, Phillip y Elizabeth Jennings se ven en la dura tarea de seguir las órdenes del “centro” (de la Unión Soviética) que quiere que su hija de 15 años, Paige, sea parte del arriesgado trabajo de espías como “ilegal de tercera generación”; es decir, como ciudadana oficial americana pero brindando información clasificada en beneficio a un país “enemigo”.
The Americans va más allá de esas premisas y llega a plantear más preguntas que respuestas en cada episodio que pasa. Crea capas inimaginables de narración conforme avanza la temporada y abre más posibilidades para el futuro (con un año más asegurado). Es donde se hace notar la cuidadosa planeación de parte de los jefes de la serie, Joe Weisberg y Joel Fields, y cuando se puede hablar de un plan de cierto número de temporadas para contar una historia con inicio, medioy final. Como lo explica Todd VanDerWerff, estamos exactamente en la mitad. Aquí se desatan los giros narrativos y posibles sorpresas que llevarán al desenlace, a un enfrentamiento de consecuencias que se acumulan desde el primer episodio. Entonces, no será cualquier desenlace, porque ya se ha dado una construcción impecable de personajes y las relaciones entre ellos, en especial la relación de padre y madre con su hija. El cuidado que se tenía por los peligros del exterior se ve traicionado, pero desde adentro. La educación de dos adolescentes se llena de obstáculos que se salen del control que quisieran tener los padres. Todos los motivos internos y las acciones externas del drama de espías se entremezclan con el drama familiar, sutil y silencioso, lleno de intensidad.
En los errores, en las imperfecciones de los personajes como seres humanos que son llevados al límite, en el abanico de personalidades y las etapas que estas atraviesan, es ahí que la serie logra profundizar y tener aún más peso dramático con revelaciones que la hacen crecer de adentro hacia fuera, formal y conceptualmente. Porque cada palabra tiene peso en la historia, cada espacio es iluminado de manera específica, cada encuadre dice más de lo que se puede observar en una fracción de segundo.
Así, sin método o fórmula para crear el programa perfecto, pero centrándose, sin distracciones, en lo que quiere contar, The Americans narra su historia con excelencia y llega a ser indiscutiblemente impecable, semana a semana y como un todo. Con transmisión casi inadvertida pero con paso seguro, asegura su puesto como una de las mejores series de los últimos años.

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