El crecimiento de una persona se define por sus
experiencias, internas y externas. Se llega a la madurez conforme los
acontecimientos de la vida chocan, golpean, sorprenden o emocionan, para bien o
para mal. Pero nunca dejamos de crecer o madurar. La vida es un constante
aprendizaje; nadie sabrá todo nunca, nadie será perfecto en todo lo que haga.
Ah, pero sí se puede llegar a ser excelente en lo que se quiera y se decida hacer.
El caso de la televisión es igual: no hay un método o
fórmula para crear el programa perfecto, no existe un programa perfecto. Pero
se puede llegar a ser excelente en contar una historia específica.
The Americans
surge como un drama de matrimonio, camuflado con uno de espías y la delgada
línea que puede hacer quebrar cualquiera de los dos. Durante su segundo año
evolucionó a un drama familiar, donde los problemas de “trabajo” de los padres
pueden llegar a afectar a los hijos directa e indirectamente porque los riesgos
son cada vez mayores. Entra a su tercera temporada, Phillip y Elizabeth
Jennings se ven en la dura tarea de seguir las órdenes del “centro” (de la
Unión Soviética) que quiere que su hija de 15 años, Paige, sea parte del
arriesgado trabajo de espías como “ilegal de tercera generación”; es decir, como
ciudadana oficial americana pero brindando información clasificada en beneficio
a un país “enemigo”.
The Americans va
más allá de esas premisas y llega a plantear más preguntas que
respuestas en cada episodio que pasa. Crea capas inimaginables de narración conforme avanza la temporada y abre más posibilidades para el futuro (con un año
más asegurado). Es donde se hace notar la cuidadosa planeación de parte de los
jefes de la serie, Joe Weisberg y Joel Fields, y cuando se puede hablar de un
plan de cierto número de temporadas para contar una historia con inicio, medioy final. Como lo explica Todd VanDerWerff, estamos exactamente en la mitad. Aquí se desatan los giros narrativos y posibles
sorpresas que llevarán al desenlace, a un enfrentamiento de consecuencias que se acumulan desde el primer episodio. Entonces, no será cualquier desenlace, porque
ya se ha dado una construcción impecable de personajes y las relaciones entre
ellos, en especial la relación de padre y madre con su hija. El cuidado que se tenía por los peligros del exterior se ve traicionado,
pero desde adentro. La educación de dos adolescentes se llena de obstáculos que
se salen del control que quisieran tener los padres. Todos los motivos internos y las
acciones externas del drama de espías se entremezclan con el drama familiar, sutil y silencioso, lleno de intensidad.
En los errores, en las imperfecciones de los personajes como
seres humanos que son llevados al límite, en el abanico de personalidades y las
etapas que estas atraviesan, es ahí que la serie logra profundizar y tener aún
más peso dramático con revelaciones que la hacen crecer de adentro hacia
fuera, formal y conceptualmente. Porque cada palabra tiene peso en la historia,
cada espacio es iluminado de manera específica, cada encuadre dice más de lo que se puede observar en una fracción de segundo.
Así, sin método o fórmula para crear el programa perfecto, pero centrándose, sin
distracciones, en lo que quiere contar, The
Americans narra su historia con excelencia y llega a ser indiscutiblemente impecable, semana a semana y como un todo. Con transmisión casi inadvertida pero con paso seguro, asegura su puesto como una de las
mejores series de los últimos años.
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